COMENTARIO DEL DIRECTOR

Desde el comienzo de mi carrera, en 2003, he querido dar visibilidad a los que no se ven, a los marginados y a los vulnerables de nuestra sociedad. A través de mis relatos quiero empoderar a las personas que me permiten entrar en sus vidas para documentar sus historias, de modo que sus voces puedan ser escuchadas. Es muy raro que un hombre gay, pobre y sin estudios, tenga una plataforma para contar su historia desde su punto de vista, sobre todo en Kenia, donde ese amor no es aceptado por la sociedad.  Aunque no es ilegal ser marica y enamorarse, la intimidad homosexual está penalizada por las leyes de época colonial. Quienes se identifican como maricas no pueden amar ni vivir abiertamente, y se enfrentan a la amenaza de agresiones, abusos y discriminación.

Kenia es un país con una desigualdad de riqueza extrema. El dinero y los privilegios pueden comprar algo de privacidad y seguridad si eres gay. Pero la mayoría de los kenianos son pobres y viven en zonas rurales o en asentamientos urbanos informales donde no pueden permitirse ocultar secretos peligrosos como su sexualidad. Sus voces no se escuchan y sus problemas rara vez se discuten en los medios de comunicación o por los responsables políticos. Era muy importante que esta película captara la realidad de ser pobre y gay en Kenia, una experiencia que comparten millones de personas LGBTQ+ en todo el mundo.

Esta es la historia de amor de dos hombres, Samuel y Alex, que están profundamente comprometidos el uno con el otro. También es una película sobre la resistencia del amor entre padre e hijo. La relación de Samuel con su padre es muy similar a mi relación con mi padre. Nuestros padres tenían expectativas sobre nosotros que no podíamos cumplir. En mi caso, mi padre quería que tuviera mis propios hijos y que me dedicara a los negocios, en lugar de al cine. El padre de Samuel, Redon, estaba desesperado por que se casara con una mujer y viviera el mismo tipo de vida que él: como agricultor, pastor, marido y padre.