DECLARACIONES DEL DIRECTOR

Siempre que hay cámaras en África, están ahí para señalar la miseria y la pobreza. Crecí en una pequeña aldea [en la misma región de la película] y supuse que todo lo bello e inspirador vendría de fuera; del mundo occidental. Conflictos, UNICEF… ésas eran las imágenes de África con las que crecí. No quieres vivir en un lugar así, así que estudié, fui la mejor en todo. Mi familia no era rica, así que ésta era mi oportunidad de salir. Quiero que los cineastas extranjeros piensen en eso. Puede que vengan a África con las mejores intenciones, pero al repetir [estas imágenes] están destruyendo la imaginación y los sueños de la gente.

Es como tener todas esas manzanas bonitas y saber que una está podrida. Eso es lo que se siente allí. Todo parece perfecto, durante un día. Pero luego oyes disparos, explosiones. Esta gente se queda, porque es su forma de resistir, de decir: «Este lugar me pertenece y no me echarán de aquí».

Hacer esta película fue muy, muy duro. Le dediqué tres años de mi vida y gasté todos mis fondos de desarrollo. Pero no estaba bien. Me deprimí mucho en ese momento. Aun así, sabía que tenía que atenerme a esa decisión.

Los niños no tienen filtro. Te dicen cómo ven las cosas y todo les sale del corazón. Cuando hablaba con adultos, era diferente. Había muchas quejas y explicaciones, así que me centré en ellos.